A comienzos del siglo XV y paralelamente al
desarrollo del Renacimiento en Italia, surgió en Flandes el gótico flamenco,
una última manifestación del arte gótico. Este nuevo estilo trajo consigo dos
grandes innovaciones, en primer lugar el uso de la pintura al óleo, que
permitía al pintor trabajar sin prisas y realizar múltiples correcciones, por
lo que en los cuadros cada elemento estaba pintado con el máximo detalle. En
segundo lugar la representación con perspectiva perdida durante la Edad Media,
para ello se utilizaron diferentes métodos como la perspectiva caballera, la
lineal o incluso la aérea, logrando simular tridimensionalidad. No obstante,
estas novedades convivieron con otros rasgos propios de la tradición gótica
como la desproporción jerárquica de las figuras –los personajes más importantes
se representaban a mayor tamaño-, el carácter didáctico de la pintura tanto en
su temática religiosa como caballeresca, o el uso de elementos con un cargado
simbolismo.
Las grandes figuras de este estilo fueron Jan van Eyck, Roger van der Weyden o Jeroen Bosch, pero hubo otros grandes artistas que dejaron su huella, uno de ellos es Hans Memling. Se trata de un pintor de origen alemán pero afincado en Brujas, una ciudad que se había convertido en un centro artístico de primer orden en el norte de Europa. Allí se formó como aprendiz en el taller de Roger van der Weyden, para después convertirse en miembro de la corporación de pintores de la ciudad y amasar una gran fortuna con su obra. Sus pinturas fueron muy cotizadas por toda Europa, de hecho fue uno de los pintores favoritos de Isabel la Católica que compró varios de sus cuadros.
“Tríptico de la Vanidad terrenal y la salvación eterna” (1485, Musée des Beaux-Arts, Strasbourg). Se trata de una obra que por su temática es única en su época. Se trata de un tríptico pintado por ambos lados y separados posteriormente. Es de tamaño reducido y nos muestra la maestría de Memling a la hora de representar temas alegóricos y morales que eran una de sus especialidades. Se trata de una obra con finalidad meditativa, pensado para la devoción particular y destinada a permanecer parcialmente abierta para poder ser contemplada desde todos los ángulos. En la parte frontal aparecen en el centro la figura de una mujer desnuda y en cada hoja lateral la imagen de la muerte y el diablo. En el reverso aparece Cristo en Majestad en el centro y a los lados un escudo de armas y un cráneo con una serie de textos que hacen referencia a los caminos del hombre para llegar a la salvación.
La tabla central muestra la imagen de una mujer desnuda que se contempla en un espejo, se trata de una representación de la vanidad que se generalizará en épocas posteriores. Se trata de un desnudo integral, lo que no es usual en la época, y con una gran carga erótica. La mujer lleva una larga melena sujeta por una diadema que destaca junto con las sandalias que lleva frente al cuerpo desnudo que muestra sin pudor, estamos ante la alegoría de la vanidad y la lujuria. A sus pies hay tres perros, el de la izquierda es un grifo, que se incluye en otros cuadros como símbolo del matrimonio y el amor físico, y a su derecha dos galgos jugando, que también tiene una carga de simbología amorosa. Tras ella un molino, que es símbolo de la Encarnación, en contraposición con el camino pecaminoso que marca el primer plano. El hecho de hacer de esta imagen la central del tríptico es novedosa.
El contenido erótico de este panel viene reforzado por la presencia de un perro grifón (que simboliza el amor físico o el matrimonio), dos galgos y por "vestir" con sandalias a la joven, en quien algunos críticos ven reminiscencias de Eva o Betsabé. Esta mujer que induce al pecado, por ello, se sitúa entre otros paneles de enorme carga moralizante: la muerte y el diablo, que lleva el lema "En el infierno no existe la redención". De ahí que el autor contraponga los paneles opuestos con un Cristo como Salvator Mundi acompañado de un coro de ángeles músicos, un texto extraído del Libro de Job sobre la resurrección del alma ilustrado por una calavera, y el escudo de armas de la familia boloñesa Loiani, que encargó la obra a Memling.
En el panel de la izquierda vemos la imagen de la muerte, en cuyos genitales representa la figura de un sapo, figura simbólicamente demoníaca, y que se corresponden con los genitales de la mujer que aparece en la escena central. La ubicación de este panel a la izquierda es aleatoria, ya que no se sabe a ciencia cierta si se trata del panel izquierdo o derecho, pero por la posición de las banderolas parece lógico que se trate del panel izquierdo. En el panel derecho vemos al diablo simbolizando la condenación, cuyas garras empujan a los condenados dentro de las llamas del infierno que sale de las fauces de un dragón.
Reverso: En el centro Cristo como Salvador del mundo rodeado por cuatro ángeles músicos que visten albas de cuatro colores diferentes y tienen alas de diferentes tipos. Tiene mucho en común con el Cristo del retablo de Nájera que se encuentra en el Museo de Amberes. El panel izquierdo muestra el escudo de armas de la familia boloñesa Loiani, se sabe que este tríptico debió pertenecer a dicha familia. El panel derecho muestra una calavera que es igual a la del San Juan Bautista de Munich. La inscripción que tiene debajo hace referencia a Cristo como Salvador del mundo.
Un rasgo característico del arte medieval es la recreación de escenas truculentas que causen un gran impacto en el espectador para aleccionarle espiritualmente.
Con una población analfabeta casi en su totalidad, durante la Edad Media los relieves escultóricos en fachadas y capiteles de iglesias y catedrales se convirtieron en auténticos libros en piedra con los que adoctrinar al pueblo.
Uno de los trabajos más destacados de esta época es, precisamente, 'El Juicio Final', realizado entre 1467 y 1471.
A pesar de la belleza y el detalle de las tablas izquierda y central de este tríptico, sin duda alguna la más interesante y llamativa es la escena que Memling pintó en la tabla derecha.
Allí está el infierno, un auténtico caos de fuego y humo negro que envuelve a demonios y condenados por igual. Es en esta parte de la tabla donde Memling se mostró como el genio que era, representando una maraña de cuerpos retorcidos y aterrados que aún hoy pone los pelos de punta.
Muy parecido a: “El Paraíso y el Infierno” (1450, Musée des Beaux-Arts, Lille). Hay documentos históricos que hablan de un “Tríptico del Juicio Final” realizado por Bouts, durante años se creía que estas dos tablas pertenecían a dicho tríptico, hoy se sabe que no es así, por lo que se piensa que no es un trabajo del autor.
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http://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Google_Art_Project_works_by_Hans_Memling
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