jueves, 2 de enero de 2014
Júpiter y Juno
En la mitología romana Juno era una diosa, equivalente a la Hera griega, diosa del matrimonio y reina de los dioses. Hija de Saturno y Ops, y hermana y esposa de Júpiter, con el que tuvo dos hijos, Marte y Vulcano y una hija, Lucina. Juno fue una deidad mayor de la religión romana y formó parte, junto a Júpiter y Minerva, de la Tríada Capitolina, un importante culto romano. En la mitología romana Juno representa a la maternidad.
El pollón que está a punto de clavarle el barbado y musculoso dios Júpiter a su hermana y esposa la diosa Juno en el grabado de Agostino Carracci se ve duro, con un capullo en punta, preparado para una embestida que no puede ser delicada porque el dios, que la mira de frente mientras ella baja con delicada dulzura los ojos, arrebatada de pudor pero dispuesta a recibir la descarga cuanto antes, está en posición de ataque, de forma que cuando el culo perfecto reciba la orden de los tensos músculos de sus piernas y se apriete para acometer la penetración, el recorrido ha de ser sólo violento, llegando hasta el fondo, atravesando esos labios despampanantes del coño de la diosa, que no sabe si prolongar el gozo de sentir sólo la punta del rayo o alcanzar de una vez por todas el éxtasis notando en sus entrañas el cetro palpitante de su amado, que la ha sacado a pulso de la cama dejándola en un precario equilibrio al tener que sujetarse sólo con una mano que se apoya en la mesita de noche, pero ella está segura porque el dios de dioses la apuntala con sus dos manos, una, rodeándola por la espalda como sólo se rodean las cosas muy delicadas, otra, sujetándole la pierna al tiempo que la eleva hasta notar en sus brazos de acero la rodilla de Juno, dejando abierto de par en par el camino sagrado que está a punto de recorrer, tal vez ayudado por el ungüento cremoso que guarde el tarro que aún no ha sido derribado por las furiosas acometidas a punto de iniciarse, cuando los huevos de Júpiter comiencen su bamboleo, se estampen contra el borde del volcán que pronto babeará una miel activada con gemidos y vuelvan en retirada para tomar nuevo brío, justo cuando el otro brazo de ella, que rodea el cuello de su dios con maneras de lánguida señorita, se convierta en una garra que lo atraiga hacia sí, para ver si de una puta vez el Júpiter de los cojones le come las tetas, que es lo que más le gusta a Juno, una escena que se repite a diario en estertores tan dramáticos y voluptuosos que el águila, el otro atributo de Júpiter, ni aparece en la escena porque sale escopeteada buscando un pájaro que le hinque el pico como hace su jefe con esa polla tan rica.
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