domingo, 6 de octubre de 2013

ElEleenlaH: El Elefante en la Habitación

En Idioma inglés, Elephant in the room ("elefante en la habitación") es un idiotismo metafórico que hace referencia a una verdad evidente que es ignorada o pasa desapercibida; también aplica a un problema o riesgo obvio que nadie quiere discutir.  Se basa en la idea de que sería imposible pasar por alto la presencia de un elefante en una habitación; entonces, las personas en la habitación que pretenden que el elefante no está ahí han elegido evitar lidiar con el enorme problema que implica. (Wikipedia)



En un templo en medio de las junglas más profundas de la India, vivían cuatro monjes jóvenes y su anciano y sabio maestro. Los primeros, se pusieron a discutir un día sobre cómo era Dios. Cada uno tenía su propia versión, mientras uno decía que era "bueno", el otro decía que era "severo" o "justo" o "paciente", menos su maestro quien permanecía en silencio. Cansado de la discusión y viendo la oportunidad de enseñarles algo a sus alumnos, el maestro les pidió que pararan de discutir y les dijo que a la mañana siguiente les demostraría que todos ellos estaban en lo cierto pero también equivocados.

Cuando salió el sol y todos se reunieron para seguir la discusión su maestro la paró antes de que tuviera lugar. A continuación, les puso una venda en los ojos y abrió una puerta a un cuarto diciéndoles:

- Quiero que entréis ahí dentro y me expliquéis que hay sin poder ver nada. Cada uno tendrá su sitio y no se podrá mover de él.

Los cuatro monjes jóvenes entraron intrigados. Tras cinco minutos salieron y contaron que pensaban que había dentro de la habitación a través del tacto:

- Ahí dentro hay una serpiente, he sido un afortunado porque cuando me he dado cuenta he apartado la mano y se me ha acercado a la cara pero no me ha mordido. Todavía tengo la piel de gallina - dijo el primero.
 

- ¿Estás loco? Lo que había ahí dentro era un enorme barco, he podido tocar con mi mano sus velas con toda seguridad - le respondió el segundo.
 

- No sé que deciros, según he podido percibir lo único que había era una pared rugosa que debía ser de la habitación. Así que no había nada de nada - les espetó el tercero con desconfianza.
 

- Estáis todos muy equivocados, ahí dentro hay un gran árbol. Su tronco es ancho y húmedo por abajo, donde está plantado, tiene raíces y todo. ¿Verdad maestro? - preguntó el cuarto.

El maestro sonreía mientras les quitaba las vendas. Cuando los hizo pasar a la habitación sus alumnos no se lo podían creer. Ahí había un enorme elefante! La serpiente era la trompa, las velas del barco eran las orejas, la pared era la tripa y el tronco del árbol una pata. En medio del asombro el anciano maestro les explicó:

- Alumnos míos, cada uno habéis podido observar al elefante desde un punto de vista. Si hubierais escuchado a vuestros compañeros en vez de creer que cada uno de vosotros tenía toda la razón quizás lo hubierais adivinado. Cada uno tiene su verdad, pero mejor que pelearos por quien tiene más, es más fácil hablar y conocerla todos juntos desde todas sus partes.

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EL ELEFANTE Y LOS SEIS SABIOS CIEGOS


Érase una vez seis hombres sabios que vivían en una pequeña aldea.

Los seis sabios eran ciegos. Un día alguien llevó un elefante a la aldea. Los seis sabios buscaban la manera de saber cómo era un elefante, ya que no lo podían ver.

"Ya lo sé", dijo uno de ellos. "¡Palpémoslo!". "Buena idea", dijeron los demás. "Ahora sabremos como es un elefante". Así, los seis sabios fueron a "ver" al elefante. El primero palpó una de las grandes orejas del elefante. La tocaba lentamente hacia adelante y hacia atrás. "El elefante es como un gran abanico", gritó el primer hombre. El segundo tanteó las patas del elefante. "Es como un árbol", exclamó. "Ambos estáis equivocados", dijo el tercer hombre. "El elefante es como una soga". Éste le había examinado la cola.

Justamente entonces el cuarto hombre que examinaba los finos colmillos, habló:
"El elefante es como una lanza".

"No, no", gritó el quinto hombre. "Él es como un alto muro", había estado palpando el costado del elefante. El sexto hombre tenía cogida la trompa del elefante.

"Estáis todos equivocados", dijo. "El elefante es como una serpiente".

"No, no, como una soga".
"Serpiente".
"Un muro".
"Estáis equivocados".
"Estoy en lo cierto".

Los seis hombres se ensalzaron en una interminable discusión durante horas sin ponerse de acuerdo sobre cómo era el elefante.

Probablemente esta historia te ha hecho sonreír, ya que, ¿Cuál es el problema? ¡Eso es! Cada hombre podía "ver" en su mente sólo lo que podía sentir con sus manos. Como resultado cada uno se reafirmaba en que el elefante era como él lo sentía. Ninguno escuchaba a los demás.

Esos hombres estaban inmersos en un conflicto basado en la percepción (lo que creían "ver").

Afortunadamente su conflicto no tuvo un final violento. Aunque, desafortunadamente todavía no saben como son los elefantes.

El conflicto es tan viejo como la historia misma. El ser humano siempre ha intentado conocer su mundo y comunicarse con los demás. Aunque esto no es fácil ya que no todas las personas ven los problemas de la misma forma. Si lees este viejo cuento de la India descubrirás una de las causas de la falta de entendimiento entre las personas.

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El Elefante Encadenado


Cuando yo era chico me encantaban los circos y lo que mas me gustaba de los circos eran los animales. También a mí, como a otros, después me enteré que me llamaba la atención el elefante.

Durante la función la enorme bestia hacia despliegue de su peso tamaño y fuerza descomunal...pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente : ¿ Qué lo mantiene entonces ¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia :
Si está amaestrado ¿Por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca...y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta : EL ELEFANTE DEL CIRCO NO ESCAPA PORQUE HA ESTADO ATADO A UNA ESTACA PARECIDA DESDE QUE ERA MUY, MUY PEQUEÑO.

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar y también al otro y al que le seguía....Hasta
que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree - pobre - que NO PUEDE.

El tiene el registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás...jamás....intentó poner a prueba su fuerza otra vez.

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La triste historia del elefante Tusko


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Hace casi medio siglo, un grupo de psiquiatras se propuso investigar el efecto que ejerce el LSD (dietilamida del ácido lisérgico) en los elefantes y,  más en concreto, si era posible inducir en un elefante macho un estado denominado “musth”, en el que los elefantes se vuelven violentos e incontrolables. No están claras las razones por las que tenían ese propósito y de hecho, hay quien piensa que esas razones tenían mucho que ver con el interés que tenía la CIA en conocer el efecto de sustancias psicoactivas sobre las personas. Se dirá que los elefantes no son personas, y es cierto, pero también lo es que en muchas ocasiones se utilizan modelos animales antes de realizar ensayos con seres humanos e, incluso, tampoco se llega siempre a esa fase. El caso es que uno de los investigadores tenía, al parecer, alguna relación con la CIA.

El problema era que no sabían cómo calcular la dosis que había que utilizar, puesto que hasta entonces no se habían hecho investigaciones sobre ese particular con animales tan grandes. Tomaron como referencia una dosis suficiente para provocar que un gato se vuelva agresivo y, a partir de la relación entre la masa del elefante y la del gato, calcularon en proporción la dosis a suministrar al elefante. Esto es, asumieron que existía una relación lineal entre la dosis efectiva y el tamaño. El cálculo lo hicieron mediante esta sencilla operación: DE = DK x [WE/WK] donde DE es la dosis para el elefante, DK la dosis efectiva para el gato, WE la masa del elefante, y WK la masa del gato. Les salió una dosis de 300 mg.

Para el ensayo utilizaron un elefante, de nombre Tusko, que era parte de la fauna de un parque zoológico. Los efectos de los 300 mg de LSD fueron dramáticos. Una vez suministrada la dosis al elefante empezó a barritar furioso y a correr; luego se quedó quieto y cayó al suelo; cinco minutos después sufrió una serie de espasmos; veinte minutos después de la inyección del LSD, decidieron suministrarle hidrocloruro de clorpromacina (Thoracina) para contrarrestar las reacciones adversas, y una hora más tarde, le inyectaron pentobarbital sódico. Tusko murió una hora y cuarenta minutos después de la inyección inicial de LSD.

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La conclusión que extrajeron los psiquiatras tras el trágico episodio es que los elefantes son muy sensibles al LSD, mucho más sensibles que los gatos. Y sin embargo, como más tarde observó otro investigador, lo que ocurrió fue que los investigadores cometieron un error del tamaño de un elefante al calcular la dosis efectiva. No se sabe a ciencia cierta cuál fue la causa final de la muerte del elefante, si el efecto del LSD o el de las otras sustancias que le inyectaron para aliviar su estado, pero el caso es que falleció, y lo que desencadenó todo el proceso fue la utilización de una dosis desmedida de LSD.

Los investigadores no tuvieron en cuenta algo básico en fisiología, como es el hecho de que las funciones animales no cursan con una intensidad o velocidad estríctamente proporcional al tamaño. De hecho, ya se sabía, desde muchos años antes, que los animales grandes comen, por unidad de masa, menos que los pequeños, y también sabían que el volumen de oxígeno que consume un animal por unidad de masa desciende conforme aumenta su tamaño. Y eso no es óbice para que la cantidad total de alimento consumido o de oxígeno respirado por un animal grande sea mayor que por lo que consume o respira un animal pequeño. Este es el desconocimiento que cabía reprochar al equipo de psiquiatras.

Dicho lo anterior, hay que reconocer que no era nada fácil calcular correctamente la dosis efectiva de LSD para un elefante. Esa dificultad se deriva del hecho de que, además del efecto del tamaño, en ese caso había que considerar también otros factores que, a su vez, pueden interaccionar con el tamaño. Por un lado se desconocía cuál o cuáles funciones podían verse afectadas por el LSD y, por el otro, es cierto que unos animales y otros presentan grados de susceptibilidad muy diferentes para con esta sustancia.

Así las cosas, era muy importante actuar con prudencia, utilizando una referencia adecuada, basada en resultados bien conocidos. Pero tampoco en ese aspecto acertaron, porque los gatos son especialmente tolerantes al ácido lisérgico; por esa razón el gato no era precisamente la mejor referencia posible a ese respecto. El ser humano no es, ni de lejos, tan tolerante como el gato, por lo que era mucho más adecuada la referencia humana. De hecho, una dosis de 0’2 mg ejerce efectos psicóticos en una persona y siguiendo esa referencia, al elefante se le debía haber suministrado una dosis de 8 mg, y no de 300, como se hizo.

Por otro lado, y como ya se ha dicho, la dependencia del tamaño no es la misma para todas las funciones. Eso también dificultaba el cálculo, puesto que se desconocía qué funciones en concreto podían verse afectados por la droga.

Esta historia la contó el gran fisiólogo Knut Schmidt-Nielsen en su librito “How animals work” (1972). Él calculó cinco dosis posibles utilizando diferentes criterios. 1) Optando por la posibilidad más atrevida le salió lo mismo que al equipo de los psiquiatras, esto es, 300 mg.; 2) tomando como referencia la dosis efectiva para los gatos, pero realizando una corrección adecuada del efecto del tamaño, le salió una dosis de 80 mg.; 3) tomando como referencia una dosis efectiva para un ser humano y aplicando una proporcionalidad lineal estricta para extrapolar al tamaño del elefante, calculó una dosis de 8 mg.; 4) tomando como referencia una dosis efectiva para un ser humano y realizando una corrección adecuada del efecto del tamaño, calculó una dosis de 3 mg.; 5) y finalmente, la opción más prudente consistió en utilizar como referencia la dosis efectiva en humanos, pero corrigiendo el efecto del tamaño considerando sólo la diferencia de tamaños de los cerebros, no de los cuerpos; de esa forma, la dosis resultante fue de 0’4 mg.

Está claro que, ante la duda, los psiquiatras debían haber utilizado la hipótesis más prudente. Pero el problema es que no sabían nada acerca del efecto del tamaño sobre las funciones vitales. Por eso suministraron al elefante una sobredosis; por eso se les murió el elefante.
Notas:

1) La referencia original del experimento es la siguiente: L. J. West, C, M. Pierce, W. D. Thomas (1962): “Lysergic acid diethylamide: its effects on a male asiatic elephant”. Science 138: 1100-1103.

2) Información adicional puede encontrarse aquí.

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Elefantes Verdugos


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Los elefantes han sido, durante milenios, valiosos colaboradores humanos. Son animales fuertes, relativamente mansos y fáciles de domesticar. Nos han ayudado a transportar grandes cargas y a construir colosales obras y como inseparables compañeros del hombre también nos han ayudado a guerrear. Pero como la retorcida inteligencia humana no tiene límites, también se les ha enseñado a realizar las tareas más sucias y por esa razón existen elefantes verdugos.

Utilizar elefantes fue un método de ejecución común para aquellos que eran condenados a muerte en el sur y sudeste asiático, especialmente en la India, durante casi 4.000 años, aunque también la usaron Romanos, Cartagineses e incluso en la Biblia se menciona (en el Deuteronomio). Romanos y Cartaginese los utilizaron sobre todo para ejecuciones en masa, contra amotinados o ejercitos vencidos. En cambio en Oriente, el uso de los elefantes como verdugos estaba unido a su utilización como símbolo del poder real. A través del elefante se representaba el poder del rey, de forma que la ejecución por esta vía también era una forma de hacer llegar al pueblo que el poder real se encargaba de dispensar la vida y la muerte.

La inteligencia, domesticación y versatilidad de los paquidermos les daba ventajas considerables respecto a otros animales salvajes como leones y osos, también usados como medio de ejecución. Lo más importante es que además estaban bajo el control constante de su conductor, lo que permitía garantizar un perdón de último minuto en el caso de querer mostrar piedad.

Los elefantes podían entrenarse para matar rápidamente a la víctima simplemente aplastándole la cabeza o ejecutar a los prisioneros de muy variadas formas, prolongando la agonía hasta una muerte lenta mediante torturas. Los elefantes, guiados por su conductor, sabían dislocar miembros o romper huesos sin hacer lesiones mortales, por ello en ocasiones se les usaba para realizar “ordalías” una especie de “Juicio de Dios” donde el elefante “jugaba” con el reo (en ocasiones durante horas) y si este sobrevivía, era perdonado.

La forma más común de ejecución era el aplastamiento del cuerpo o de la cabeza, pero también clavando los colmillos o poniéndoles cuchillas en los mismos. Otras veces sujetaba al reo con una pata al suelo y con la trompa le arrancaba los miembros uno a uno ( como se muestra en este dibujo de 1681 de An Historical Relation of the Island Ceylon, de Robert Knox.)

También se ataba al condenado a una pata del animal y era arrastrado. Se ha conservado un relato de ese tipo de tortura y ejecución en la ciudad de Vadodara en 1814, que ha sido preservado en Las Anécdotas de Percy

El hombre era un esclavo, y dos días antes había asesinado a su dueño, hermano de un jefe nativo llamado Ameer Sahib. Alrededor de las once fue traído el elefante, con sólo el conductor en su espalda, rodeado de nativos con bambúes en sus manos. El criminal fue colocado tres yardas detrás, en el suelo, sus piernas atadas por tres cuerdas, que a su vez estaban atadas a un anillo en la pata trasera derecha del animal. A cada paso que daba el animal le arrastraba hacia delante, y cada ocho o diez pasos le dislocaba algún miembro, que cuando el elefante había avanzado unas quinientas yardas estaban ya todos sueltos y rotos. El hombre, aunque cubierto de lodo, mostraba todos los signos de vida, y parecía estar pasando por el peor de los tormentos. Tras haber sido torturado de esta forma alrededor de una hora, se le llevó fuera de la ciudad, en donde el elefante, que está entrenado para este propósito, avanzó marcha atrás y puso su pata encima de la cabeza del criminal.

El aplastamiento por elefante fue abolido por los británicos en su conquista colonial de la India en 1815 pero el elefante del rey seguía vivo y, evidentemente, recordaba sus antiguos deberes. Sirr comenta:

Durante la dinastía nativa era una práctica habitual entrenar elefantes para dar muerte a los criminales aplastándoles, habiendo sido enseñadas estas criaturas a prolongar la agonía de los cautivos aplastándoles los miembros y evitando las partes más vitales de su cuerpo. Con el último rey tirano de Kandy, éste era el método de ejecución favorito, y dado que durante nuestro viaje uno de los elefantes ejecutores se encontraba en la antigua capital, estábamos ansiosos de probar la sagacidad y memoria del animal. El animal era moteado y de un tamaño enorme, y se encontraba de pie y silencioso con su cuidador sentado sobre su cuello. El noble que nos acompañaba pidió al hombre desmontara y que se pusiera de pie a su lado. El jefe entonces dio una orden a la criatura: ‘¡matar al miserable!’ El elefante levantó su trompa y la giró, como si estuviera agarrando a un humano; entonces empezó a hacer movimientos como si depositase al hombre delante de él, levantó despacio su pata delantera, colocándola alternativamente en los lugares en las que los miembros del condenado habrían estado. El elefante continuó haciéndolo durante unos minutos; luego, como si estuviese ya satisfecho de que los huesos estuvieran rotos, el elefante levantó su trompa sobre su cabeza y se quedó quieto; el jefe entonces le ordenó ‘terminar el trabajo’, y la criatura inmediatamente colocó un pie en donde habría estado el abdomen de la víctima y el otro sobre su cabeza, aparentemente usando todas su fuerza para aplastar y terminar con la miseria del condenado.

La última ejecución de este tipo de la que se tiene noticias ocurrió en el siglo XIX y en la actualidad, afortunadamente, no se realizan ejecuciones de este tipo en ninguna parte del mundo.

@
http://the-spine.com/2013/07/the-elephant-in-the-room/
http://www.casaasia.es/actividad_infantil/detalle?id=208423
http://www.elefantepedia.com/
http://www.leonismoargentino.com.ar/RefElefante.htm
http://bucklesw.blogspot.com.ar/search?q=tusko
http://galeon.com/mundomatero/elefante-lobo.html
http://www.ehu.es/ehusfera/animalia/2011/05/08/la-triste-historia-del-elefante-tusko/
http://www.offbeatoregon.com/1209c-tusko-the-terrible-led-a-colorful-tragic-life.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Aplastamiento_por_elefante
http://historiasconhistoria.es/2007/08/24/elefantes-verdugos.php

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